martes, julio 28, 2015

Cono Sur 6: norte de Argentina y Bolivia.

Nos gusta la carneeee!!
Uno de los hábitos más increíbles que se deben practicar en Argentina es... ATIBORRASE DE CARNEEEEEE!
Zampar sin conocimiento, engullir como si no hubiera un mañana, devorar bondiolas, vacíos, bifé de chorizo, de cuadril a cascoporro; vamos! lo que viene siendo hincharse a animales muertos que diría un vegetariano al uso... Nosotros, como venimos de una tierna niñez donde la matanza del cerdo era un ritual, donde ver gallinas corretear por el corral descabezadas mientras nuestras abuelas corrían tras ellas cuchillo en mano era de lo más normal, nunca tuvimos conciencia de culpa ni empatía alguna con el sufrimiento de los animales de granja (una reflexión adorable, lo sabemos).

All you can eat!!
San Miguel de Tucumán.
Gracias a esto, en Mendoza, ya de vuelta en Argentina, seguimos con ese gastroviaje que Chile nos había adormilado en cierto modo y nada más posar nuestros pies en la ciudad de los vinos y viñedos del cono sur por antonomasia, corrimos como alma que lleva el diablo hacia un buffet libre de carnaza a la parrilla. Horas después, y 3 o 4 kilos más tarde, estábamos listos para dejar este mundo satifechos. Pero Tristán, Nico y Gabriele nos esperaban en Tucumán, una ciudad donde el calor derrite las aceras y donde Frodo vino a tirar el anillo; así que no nos detuvimos demasiado.

Tafí del Valle
Como inciso sin ningún tipo de aporte especial al relato, diremos que en cada uno de nuestros grandes viajes siempre hay una ocasión en la que caemos un poco por azar (saludos desde aquí a Korean Airlines y gracias booking por existir) en un hotelazo de esos con piscina en la azotea, vistas increíbles, una habitación más grande que nuestra casa (cualquiera de las que hemos habitado juntos) y un desayuno cinco estrellas en el que uno de los dos siempre deja en evidencia al otro cada vez que se levanta a rellenar de croissants el plato más grande que haya en la mesa.
La primera noche de Road Trip (porque Tris trajo su bólido) la pasamos en Tafí del Valle, un lugar maravilloso con un microclima espectacular gracias a la ristra de cerros verdes que lo rodean. Y de ahí subiendo por Cafayate, Salta, Tilcara, y Jujuy camino de Bolivia. El paisaje pierde su vegetación y se torna árido porque el norte de Argentina es tierra de quebradas, cañones, gargantas y cactus gigantes. Los colores son más intensos, con muchos matices y se atreven a dibujar arco iris cromáticos de ocres, sienas, rojos y rosados como si alguien hubiera subido hasta allí para pintarlos de esa manera. La misma expresión tienen sus cementerios, en Córdoba disfrutamos de una exposición sobre las necrópolis del norte de Argentina que después visitamos in situ, increíbles estandartes de mil colores, vivo reflejo de la indumentaria de los autóctonos que, a medida que vamos subiendo, se parecen más a los bolivianos que salen en la tele alimentando llamas y masticando hoja de coca.

La Quebrada de Humahuaca

Salta


Quebrada de Humahuaca


Cementerio de Tilcara




Tilcara

En Humahuaca tenemos una de las vivencias más frikis del viaje. A las doce en punto de la noche, del reloj del cabildo que hay en la Plaza de Armas sale un muñeco de madera con aspecto de fraile del terror que con un aspaviento espeluznante levanta y baja la mano que agarra un crucifijo mientras con la otra te señala amenazante. Es San Francisco Solano de Humahuaca, un monje original de Montilla que evangelizó con éxito a muchos indígenas tocando el violín... toma ya!
Ya estábamos a más de 3000 metros de altitud, nuestros cuerpecillos se habían ido acostumbrando gradualmente y nos deshicimos del mal de altura que a tantos viajeros deja del revés... Tristán y Nico regresaban a Córdoba y nosotros seguíamos camino con Gabriele hacia Bolivia. Un placer compartir estos días con ustedes, amigos, nos vemos al otro lado del océano!

Hasta pronto Nico! Hasta pronto Tris!
Bolivia es como adentrarse en otro planeta, especialmente por sus paisajes pero también por esa sensación de "ay, que me ahogo!" que uno tendría en la luna sin traje de astronauta porque está alto de cojones.
El primer autobús boliviano que tomábamos sería de 10 horas de duración que al final se convirtieron en 13, fue una de esas experiencias que se leen en los libros o se escuchan contar a los amigos, con mujeres de largas trenzas y faldas cardadas llenando pasillos y asientos de cajas de fruta y verdura, sacos de habas, papa, etc; "es que si lo ponemos todo en la bodega, el bus vuelca, señorita", al menos no había gallinas... Las ventanas no cerraban bien, a las butacas les faltaban cosas y la puerta de entrada se atrancaba con una cuerda! Y es que el transporte en Bolivia es deporte de riesgo, hemos viajado cagaditos de frío porque no había calefacción, surcado baches del tamaño del campo de fútbol de Oliver y Benji y lidiado con accidentes ya en carretera de los que, afortunadamente, no fuimos protagonistas; eso sí, es muy barato viajar aquí...
Pero sin tener en cuenta el hecho de que puedes morir en cualquier instante despeñado por un barranco o espachurrado en una cuneta (madres, tampoco fue para tanto...), Bolivia es un lugar increíble que nos pilló por sorpresa. Nuestra idea era pasar por allí rapidito, visitar un par de sitios y tira que libras. Sin embargo, nos fuimos embriagando del cholismo andino y apuramos todo lo que pudimos para darle un último mes a Perú.

Cementerio de Trenes en el Salar de Uyuni.

El Salar de Uyuni, la primera de muuuuchas fotos...



Uyuni, al sur oeste del país, tiene el salar más grande y, por supuesto, más alto del mundo, nada menos que a 3.650 metros de altura. Si tienes suerte y el día está despejado y además ha llovido, el efecto espejo provoca unas fotazas prodigiosas. Eso sí, hay que buscar el encuadre oportuno ya que aquello está plagado de todoterrenos con turistas dando saltitos por todos lados (como nosotros) y haciendo fotos con efectos de tamaño de esas que nadie hizo nunca y que quedan tan bonicas en el facebook. Luego lo suyo es contratar un viaje de tres diítas hacia el Parque Nacional Eduardo Avaroa e ir subiendo hasta llegar a los 5.000 en un todoterreno milenario con otros tres infelices entre los que se contaban Sofía, Antonio y Zuzcka; dos argentinos encantadores y una eslovaca muy maja que nos convenció de ir a verla semanas después en Arequipa, donde vivía desde hacía meses. Es curioso cómo de rápido se encuentra y se pierde gente en el camino cuando haces un viaje. Las redes sociales ayudan a postergarlos y algún día sabemos que muchos de ellos vendrán a visitarnos así como quien no quiere la cosa, en un "pasaba por aquí".


                                                                                                                                                 


  

  

Excursioneamos por lagos rosas, verdes, blanquecinos y burbujeantes de ligero tufillo a azufre. El contenido de minerales en esta zona es muy intenso y parece que a los flamencos les pirra porque hay un montón animando ese paisaje lunar de contrastes y rocas de formas raras. Junto con el salar, esta excursión fue una de las cosas más increíbles que vimos durante todo el viaje, a pesar de las incomodidades propias de zonas tan rurales. Los albergues donde dormíamos todos juntos cual comuna, carecían hasta de agua caliente y el frío de la mañana a tanta altura helaba los huesos. Un estridente generador nos despertaba a las siete de la mañana para abastecernos de luz y los somieres eran de cemento. Sin embargo, los desayunos fueron inolvidables, aún de noche devorábamos panqueques de huevos recién salidos del corral empapados en dulce de leche... y seguíamos camino.
Reserva Natural de Fauna Andina Eduardo Avaroa






Árbol de Piedra

Laguna Rosada




Con los compañeros de tour, Antonio, Sofía, Zuzcka y Gabriele. Verano? Sí, pero a 5000 metros de altura...

Siguiente parada, Potosí. Una ciudad-pueblo con muchos vestigios coloniales, preciosas iglesias y palacios, minas de plata y con cuestas imposibles a 3.900 metros de altitud que nos hacían jadear como alimañas sin aliento... es curiosa esa sensación cuando duermes, justo cuando el corazón empieza a latir más despacio porque entramos en el estado de vigilia y de repente te despiertas para coger aire porque sientes que te estás ahogando!

Potosí





Nos habían recomendado unas termas naturales a las afueras llamadas El Ojo del Inca que resultó ser una bonita laguna de agua caliente rodeada de montañas de esas de colores rojizos. Una nube tremenda adelantó el fin de nuestra excursión que finalmente duraría más de lo previsto a causa de una huelga de transportistas justo a la entrada de la ciudad. Osvaldo, el regente del albergue donde nos quedamos, era de esos bolivianos ásperos al principio pero amables y parlanchines al poco. No estaba muy contento con el gobierno de Evo, decía que las minas ahora estaban abandonadas y en muy malas condiciones desde que se habían nacionalizado, "los sindicatos están para luchar por los derechos de los trabajadores, no para decirle que sí al gobierno a todo lo que decide... además el cholo ni siquiera habla Quetchua y ha hecho trampa para gobernar por tercera vez".
"Evo Morales ha hecho muchísimo por Bolivia y sobre todo por la población indígena. Nada más llegar al poder, inició una campaña enorme de alfabetización en las lenguas locales Aymara y Quechua. A los dos años de gobierno, reforma la constitución con un 60% de apoyo ciudadano derogando leyes que eran tremendamente racistas. Bolivia disfruta hoy de una estabilidad política y económica que hace décadas que no conocía y Evo sigue siendo el más votado con mayoría absoluta, por algo será" nos contaba Manuel entre trago y trago de cerveza. Manuel es el primer diputado abiertamente gay en la historia de Bolivia, y forma del gobierno de Evo Morales, ahí es nada! apasionado por una manera de gobernar diferente en la que cree; él y Jesús nos acogieron en su piso 33 del barrio de Sopocachi en La Paz, fue como dormir bajo las estrellas solo que en lugar de estrellas había millones de luces provenientes de las casas que como regueros caen por las lomas que encierran a La Paz, la capital del estado. Jesús, que es muy guapo, también es español, y ahora vive y trabaja de arquitecto y diseñador industrial en La Paz. Con la suavidad que le caracteriza nos contaba lo difícil unas veces, otras menos, que es hacerse un hueco en la capital más alta del mundo. Y nosotros absorbíamos como esponjas todas sus palabras, de los dos, porque nos encantaba escucharles.

La Paz, la ciudad se desparrama por los cerros que la rodean.
La Paz es una ciudad con mil caras... "como todas" pensarán muchos; pero en este caso es más acusado. El centro es una locura, lleno de callejuelas destartaladas, con un tráfico anárquico y mucha mucha gente. Hay que vigilar la cartera como en cada gran urbe, no nos pareció especialmente peligrosa, sin embargo, parece que la percepción cambia cuando eres una mujer y viajas sola. Esta es la cara con la que se queda el turista que no va más allá. Sin embargo, si visitas la zona sur de la ciudad hacia Sopocachi, los hombres y mujeres trajeados comienzan a surgir de cualquier esquina saliendo del trabajo y metiéndose en lujosos cafés y restaurantes propios de cualquier ciudad europea. Cerca de este barrio, nos encontramos con el mercadillo de las Alasitas, una feria de miniaturas que se celebra entre finales de enero y finales de febrero y en el que los visitantes adquieren reproduciones pequeñas de aquello que desean tener en tamaño real (casas, coches, diplomas universitarios, dinero... absolutamente de todo). Además subimos a El Alto en un modernísimo y muy asequible teleférico que trepa por las laderas al tiempo que las casas. Uno de los puntos gastronómicos que más disfrutamos fue una buena copa de frutas, helado, yogur y guarrerías varias en el mercado por una irrisoria cantidad de dinero. En Bolivia también son típicos los anticuchos, pinchos morunos de corazón de res con papa... más deliciosos de lo que suenan; y las truchas del Titi-caca que es lo más parecido al mar que tiene este país al que Chile le quitó el acceso al Pacífico y ahí andan con sus rencillas. El caso es que a Chile no le quiere nadie...

La Paz

Manifestación en el Paseo del Prado.

Palacio Presidencial

Con Jesús y Manu. Gracias chicos, os esperamos en Londres!

Feria de las Alasitas.

Un pincho de corazón de res??
A pesar de que Manuel nos tentó con ir a la selva amazónica boliviana en Madidi, decidimos dejar esa aventura para la parte peruana y continuar viaje hacia el lago navegable más alto del planeta. Cuando el buen tiempo acompaña, visitar un lugar como la Isla del Sol en pleno lago Titicaca, es una experiencia muy bonita si sobrevives a sus 500.000 escalones de piedra nada más amarrar en el puerto; el lugar es precario en muchos sentidos, sin internet, con agua caliente de aquella manera y sus gentes son rudas y descorteses con el turista, como si les molestases (en general los bolivianos son un poco borde-cómicos y nos hacían mucha gracia)... pero los paseazos que nos dimos por sus caminos con alguna que otra llama por en medio no tienen precio. A la vista está su belleza. Eso sí, las nubes mañaneras nos privaron de ver amaneceres a tanta altura, todo no se puede tener.

Isla del Sol, en el lago Titicaca.



La Boletería! para pasar de la zona de la Comunidad Yumani a la de la Comunidad Challa. Todavía hay una tercera Comunidad que se llama Challapampa.
Y tras descubrir esta joyita escondida que se llama Bolivia, continuamos viaje hacia Perú, pero eso ya es otra historia...