sábado, febrero 05, 2011

De cuando Maribel hizo como que se moría y nosotros dormimos en un psiquiátrico


"Se acabó, este es el fin, mañana en bus", decían nuestros pensamientos mientras la grúa improvisada de Clive (el mecánico del pueblo) recogía a Maribel para echarle un vistazo en su taller. Ya llevaba un tiempo con sonidos de diferentes tipos que cada día sonaban más. Nuestros temores se acabaron convirtiendo en una realidad que nos dejaba compuestos y sin furgoneta en medio de la nada. Sin embargo, después de un nada minucioso estudio del motor Clive dijo "esto ya está arreglado... había un par de tornillos sueltos". "Eres un mago", exclamamos sin dar crédito, "sólo los lunes" nos dijo sonriendo... por suerte para nosotros ¡era lunes! Y así seguimos nuestro camino ¡viento en popa a toda vela!


Aquello ocurrió en Franz Josef, un pueblo construido por y para el disfrute del glaciar al que está pegado y que lleva su mismo nombre. El verano en este país no nos da tregua más de una semana seguida, así que tocaba niebla, lluvia y mal tiempo. Pero Maribel volvía a surcar las carreteras y con esa era más que suficiente. Muy cerca de aquí se encuentra el lago Matheson, conocido como el lago espejo porque sus aguas son de un cristalino que asusta y se consiguen fotos increíbles, eso sí, en días despejados... con lo cual ni nos molestamos en parar. El objetivo del día era atravesar los alpes neozelandeses para llegar a la zona alpina de Wanaka, donde nos esperaba uno de los lagos más bellos del país.

Días atrás y después de tostarnos en las playas de Abel Tasman rodeados de bosques “élficos”, habíamos ido bajando por la costa Oeste de camino a los glaciares. Aquí las playas no son aptas para el baño porque el viento levanta olas muy peligrosas a la par que no da opción para tirarse un ratito al sol. En medio de tanta marejada paramos primero para ver focas en Tauranga Bay y después en Punakaiki Pancakes, unos acantilados que le deben su nombre a su extraña forma simulando montañas de crepes, frixuelos, filloas o llámalos como quieras apilados sobre el mar.


Así llegamos a Hokitika, donde vive una amiga de Elena (cosas de la vida) y que además nuestra guía de viaje recomendaba como un bonito pueblo costero para comprarse jade. Buscando camping, fuimos a parar a un sitio muy raro en lo alto de la villa en el que no había apenas huéspedes a pesar de que en Hokitika estaba todo lleno, más tarde nos dimos cuenta de que se trataba de un hospital psiquiátrico, reconvertido en hotel dos años atrás pero que no había cambiado absolutamente nada de su decoración “vintage”. Nos pasamos la noche contando historias de miedo e imaginando cómo nos mataban los propietarios, antiguos internos del hospital según nuestras hipótesis, que dirigían una colonia de zombies asesinos… en fin, que vemos muchas películas…
A la mañana siguiente, amanecimos todos sin un rasguño a pesar de que alguno (no diremos quién) no pudo conciliar el sueño del todo bien. En este bizarro lugar conocimos a una pareja de ingleses que estaban en Nueva Zelanda celebrando su 25 aniversario de casados, una pareja encantadora con  una imaginación cercana a la nuestra que igualmente temió por su vida la noche anterior ¡je, je!





6 comentarios:

  1. jajajaja, lo que me he reído¡¡¡

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  2. pues nos alegramos, jeje!
    pero si dejas firma, sabriamos
    quien eres...

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  3. mi corazón estalla de envidia en forma de baba verde. Aaaaaaaaaaaaaaaagggggggggg!!!
    Al final habrá zombis pero por vuestra culpa. Weeeeggg!!
    Un beso guapos!
    Bb.

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  4. Gran crónica,impacientes esperamos la siguiente (no pretendía hacer ninguna rima...)

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  5. gracias Armand! pero no te excuses, todos sabemos que llevas un poeta dentro de ti...

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  6. Increíbles las fotos y Hokitika sobretodo :)

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