jueves, febrero 17, 2011

La última etapa

“Cuántos días nos quedan?” Elena y Kike empezaban a descontar las últimas jornadas de su viaje por Nueva Zelanda… y en realidad, nosotros también ya que nuestro punto final era el mismo, Christchurch… la diferencia era que ellos ya tenían cerrado el vuelo de regreso y nosotros, una vez llegados a la capital de Canterbury, deberíamos afrontar la búsqueda de comprador/postor por nuestra furgoneta para, acto seguido, comprarnos el billete de ida a Australia lo más inmediato y barato posible. 
 
Así que por delante nos quedaba ya menos de una semana. En uno de los muchos folletos que acarreábamos, intuimos que el camping ubicado en Kinloch, podría resultar interesante… y acertamos de pleno. 
 
Por la única carretera que conduce a ese lugar, a 70 kilómetros de Queenstown, pudimos disfrutar de paisajes excepcionales, montañas con cumbres nevadas, el majestuoso lago Wakatipu… a la primera foto os remitimos, es una de nuestras preferidas, aunque tenemos que reconocer que la foto no le hace justicia al lugar, no es capaz de captar… mmm… cómo podríamos decirlo… ESO.

En realidad era uno de los campings menos equipados en los que habíamos estado, pero decidimos quedarnos 4 días. Ésta vez sí, teníamos comida suficiente y además, en un albergue cercano, podíamos comprar algunos productos básicos… además de carrot cake, uno de nuestros top ten.... Tuvimos rutas de senderismo; Kike preparó una hoguera cada noche, a pesar de que creemos que estaban prohibidas... y que curiosamente se le dan bastante bien; esquí-acuático; pesca (aunque la trucha que nos comimos fue donada por unos amables domingueros); las mesas del camping eran perfectas para nuestras partidas de Carcassone… sin embargo, lo que no tenía precio es descorrer las cortinas de la furgo cada mañana y ver ESE paisaje.

Pero pasaban los días y nos quedaban cosas por ver todavía. Así que dejamos Kinloch a nuestras espaldas, deshicimos el camino hasta Queenstown, y continuamos viaje hasta Dunedin de una tacada. Allí queríamos ver, sobretodo, pingüinos azules diminutos… y pasando frio esperamos, junto a medio centenar de turistas, para ver tan sólo a dos… Norman, el guarda, nos explicó que regresan a la playa cuando se pone el día, que a veces vienen 50, a veces 30, a veces… ninguno. No colgamos fotos porque ya era de noche y estaba prohibido hacerlas, un flash podía hacer que no volvieran más. Además vimos focas, albatros y un enfurecido océano Pacífico.





Y llegó la última etapa. Ruta: Dunedin - Christchurch.  Y tal como habíamos planeado esos días, nos hicimos una foto en el aeropuerto los 4 y Maribel para enviársela a Clive, el mecánico-mago  de Franz Josef, para que viera que conseguimos llegar a nuestro punto final.








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