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Por qué nos gustó tanto Melbourne…mmmm… veníamos de un mundo de naturaleza infinita donde todo era verde y montañoso, y pasamos a todo lo contrario (casi cuatro millones de habitantes) pero progresando adecuadamente. Las ciudades de Nueva Zelanda no tienen nada especial, en general todas son insulsas y están construidas por y para los coches (salvando Wellington). Así que supongo que, sin darnos cuenta, había sed de city y caímos en Melbourne. Su centro neurálgico, coronado por Federation Square, está vivo, sientes que pasan cosas, lleno de gente de todo tipo y de todas partes del mundo. A un lado la estación de trenes, al otro la catedral, y al otro tres museos imponentes. Su río Yarra cuadrado por bellos paseos y pasarelas intermitentes le dan ese “touch” final que nos cautivó. Además, Melbourne está lleno de diseño, esculturas a la vuelta de cualquier esquina y arquitectura bonita, mezcla acertada de lo viejo con lo nuevo.
Sus ciudadanos van en tranvía, son cosmopolitas y nos atreveríamos a decir que guapos en general, bastante altos e inesperadamente “fashion”.Quizás St Kilda, un barrio popular por bohemio al lado de la playa de la ciudad, es la parte que más expectativas crea sin cumplirlas del todo… no como Bondi Beach, la súper playa de Sídney con increíbles piscinas construidas en la roca a cada lado y llena de buscadores de olas tabla de surf bajo el brazo corriendo al lado de los quads de los salvavidas. Las arenas por esta parte del mundo son de color de pan y las aguas están en general bastante revueltas, paraíso de surfers.
La primera, una israelí de semi año sabático disfrutando de unas buenas vacaciones que conocimos en Taupo; la segunda de Holanda, de camino a Australia con una visa de trabajo por un año... su inglés era para echarse a llorar ¡je, je! con Maaike coincidimos en Napier, Paihia y finalmente en Auckland.
El 4 de enero, Kike y Elena aterrizan en Nueva Zelanda y se nos unen tres días más tarde para bajar en busca de las mil y una maravillas de la isla sur. Nos habían hablado muy bien de esta parte del país y sin duda en seguida se convirtió en nuestra preferida por sus altos picos nevados que a Maribel tanto le costaba subir, por sus carreteras al borde de acatilados, por sus glaciares y sus fiordos... y por alguna que otra maravilla que no nos dio tiempo a ver... para la próxima ¡porque habrá una próxima! dentro de una tacada de años, así que a todo aquel que quiera unirse ¡que vaya ahorrando!
Por supuesto, también tiene sus inconvenientes, en Auckland Maribel se nos quedó sin agua. ¿Qué me dijo mi madre cuando empezamos el viaje? "de vez en cuando mirad el agua"; ¿qué nos dijo el mecánico que le hizo la puesta a punto en Wellington? "de vez en cuando chequead el agua", ¿qué hicimos nosotros? ¿no mirar el agua? ¡premio para la señorita de los pelos largos y para el chaval de las barbas! Así que nos gastamos en el arreglo más o menos lo mismo que nos había costado... porque si entenderse con un mecánico en español es complicado, en inglés ni te cuento!!!!! así nos enteramos de que en realidad a nuestra querida Maribel le funcionaban solo tres de los cuatro cilindros que suponíamos que tenía y aprendimos un montón acerca del sistema de refrigeración de una Nissan Serena... eso sí, en ingles. Por otro lado, los coches viejos consumen una barbaridad y maribel tenía sed... mucha, muuuucha sed ¡siempre! ¡je, je!
Revenderla también fue tarea ardua y complicada porque nuestro periplo terminaba en donde termina todo hijo de vecino, en Chirstchurch. Así que allí estábamos todos juntos intentando vender nuestros bugas donde apenas había compradores. Esperamos unos días, bajamos el precio, nos desesperamos, bajamos más el precio, la llevamos a una subasta y finalmente se la encasquetamos al mejor postor que resultó ser un taller mecánico que revendía los vehículos en Auckland, ciudad donde todos los mochileros aterrizan ávidos de aventuras y con los bolsillos repletos de petrodólares dispuestos a invertir en furgonetas de segunda mano... Habían pasado diez días y nos queríamos ir a Australia, asíque cogimos el dinero, le dijimos adios a Maribel y nos fuimos directos al aeropuerto. Hoy nos hemos enterado de que otro terremoto ha azotado Christchurch, y nos preguntamos qué habrá sido de Maribel... aunque sea lo menos importante.
Como decía, la vida del hippie zarrapastroso no está nada mal, nos habituamos a ella con una facilidad que a día de hoy nos da qué pensar ¡je, je! pero Nueva Zelanda está muy bien equipada para esta práctica. El gobierno tiene campings del departamento de conservación repartidos por todo el país que son muy baratos y que están plantados en medio de reservas naturales aunque la mayoría cuentan con lo básico que es baño y barbacoa ¡je, je! Además muchas ciudades y pueblos grandes tienen duchas a dolar al lado de los centros de información. Incluso en los albergues nos hacían un hueco en su parking con derecho a baño y cocina por un más que módico precio. Lo peor, los mosquitos de la isla norte y las moscas de la arena de la isla sur que aunque enanas se te comen enterito en un periquete. Un truco: listerine bucal, algo pegajoso pero las mantiene a raya durante un rato. Aún a día de hoy, nuestras pantorrilas llenas de marcas dan fe del pasado campestre y es que rascarse es todo un placer ¡je,je!
En Wellington hicimos muy buenos amigos, dejamos algunas imágenes en las que seguramente nos falte gente...es lo que tiene el viajar, que se conocen grandes personas independientemente de su tamaño... y es que aunque las cosas no hayan salido como esperábamos y no consiguiéramos trabajar en el Hobbit ni empezar nueva vida en Kiwilandia, incluso aunque finalmente tuviéramos que volver a nuestras rutinas de antes... lo haremos con esta mini vida de seis meses con nosotros y en nuestro recuerdo para siempre.

“Cuántos días nos quedan?” Elena y Kike empezaban a descontar las últimas jornadas de su viaje por Nueva Zelanda… y en realidad, nosotros también ya que nuestro punto final era el mismo, Christchurch… la diferencia era que ellos ya tenían cerrado el vuelo de regreso y nosotros, una vez llegados a la capital de Canterbury, deberíamos afrontar la búsqueda de comprador/postor por nuestra furgoneta para, acto seguido, comprarnos el billete de ida a Australia lo más inmediato y barato posible. 


