sábado, enero 29, 2011

¡¡¡¡¡¡¡Frikis del mundo uníos!!!!!!

 













Puede que estas sean nuestras últimas palabras antes de ser encarcelados o quizás extraditados de Nueva Zelanda por publicar estas fotos ¡je, je!. Ya se sabe que cuando se está a punto de rodar todo es secreto… y tuvimos la suerte de visitar Hobbiton en el momento justo en el que los decorados se habían puesto otra vez en marcha para el rodaje de El Hobbit, precuela del Señor de los Anillos. La visita fue bastante casual, era muy caro y en las guías te advierten que decepciona… pero en las guías no saben que justo ahora es cuando merece la pena gastarse los cuartos en  la tierra de los hobbits.
Todo empezó muchos años atrás (¿diez?) cuando el director de cine Peter Jackson buscaba emplazamiento para su película a lomos de una avioneta. "Este sitio está muy bien" se dijo, "sin rutas aéreas para que nadie espíe mis decorados". Era la granja familiar Alexander con tropecientas mil ovejas, famosos en su pueblo salían en la prensa local como grandes esquiladores. Entonces no sabían que su vida iba a dar un giro de 180 grados.
Cuando acabaron la peli, lo destrozaron todo, pero los hermanos Alex lo vieron claro y pactaron con la productora para que dejara cuatro paredes blancas y así hacerse de oro a costa de los miles de frikis que en los años venideros visitaron Nueva Zelanda en busca del Hobbiton de la peli.
Nostros tampoco pudimos resistirnos, un autobús destartalado nos llevó a la finca de los famosos brothers para abrirnos el apetito de lo que volverá a ser este pedazo de pequeñas colinas tapizadas de verde hierba y árboles frondosos. "Hay mucha gente que viene a nuestro país sólo para visitar Hobbiton" nos dijo el guía, "si yo te contara" pensé yo... y allí al fondo se dibujan los talleres dónde currará la manada de Sir Peter Jackson, ¿quién daría un brazo por trabajar rodeado de tanta belleza? ¡que levante el dedo!


miércoles, enero 05, 2011

Navidades veraniegas en Gisborne















A la vuelta de Paihia, donde establecimos nuestro campo base para visitar Northland, hicimos parada y fonda en Auckland, allí despedimos a Gabriele, el chef de la expedición (le echamos de menos… y no sólo por ese toque italiano para cocinar pasta de mil y una maneras diferentes) que continúa con su viaje por el sudeste asiático.
En nuestro punto de mira se situaba Gisborne. Sus habitantes presumen de que su ciudad es la primera que ve el amanecer de cada nuevo día... resumiendo… es la ciudad de cierta envergadura más próxima a la Línea Internacional de cambio de fecha.
Por el camino, en Hamilton, despedimos también a Matthias que se iba a Raglan, en la costa oeste, a practicar surf… así que de golpe nos quedamos los tres solitos: Maribel y nosotros dos.

Como iba diciendo: sin prisa (con Maribel eso no es difícil de conseguir…) pero sin pausa nos dirigimos al extremo este de Nueva Zelanda. Allí nos esperaban Brony, una de nuestras profesoras de la academia de inglés con la que hicimos muy buenas migas, Rene, su marido, y sus familias, que nos habían invitado a pasar las navidades con ellos.
Y realmente fueron unas navidades especiales, la primera razón, la obvia, estábamos en pleno verano! Bañador, crema solar, chanclas… los imprescindibles para pasar esos días. Especiales por la amabilidad con que nos acogieron en sus casas y en sus mesas en unas fechas para pasar en familia, con las nuestras a 20.000 kilómetros de distancia. Y aunque el menú varia respecto al que estamos acostumbrados, aquí se pasan el día de Navidad comiendo y bebiendo hasta reventar. Quizás lo más llamativo para nosotros fue el desayuno a base de pancakes, fruta recién recolectada en el jardín, nata montada, miel, sirope, zumos naturales y champagne… tan sólo dos horas después, una copiosa barbacoa que habría hecho las delicias de Astérix y cía… y para cenar una fiesta mexicana, piñata en forma de unicornio rosa incluida, a la que aportamos una tortilla de patata que no quedó del todo mal. Posteriormente tocaba el intercambio de regalos siguiendo las normas del “Santa Invisible”, escoges un paquete de la cesta o robas alguno que ya esté abierto si te gusta más.

Como despedida les preparamos unas paellitas (una de marisco sin mucho marisco y otra vegetariana) que estaban para rechupetearse los dedos de los pies (modestia aparte…)
Y tomamos la carretera SH35, que rodea el Cabo del Este… Wainiu Beach, AnauraBay (incredible violeta amanecer), Te Araroa, MaraheakoBay, Hawai Beach, Matata… un tramo de playas doradas y acantilados espectaculares, tan espectaculares como el precio de la gasolina en esa carretera por cierto… que no figuran en las habituales rutas para turistas.
Y acabamos en Tauranga para pasar la Nochevieja, con la confirmación definitiva de que Kike y Elena se unirían a nosotros en unos pocos días.






martes, enero 04, 2011

Northland bajo la niebla


 


























Como iba diciendo, un temporal galopante se cernió sobre nosotros y no nos dio mucha tregua para casi nada. Aprovechamos un par de excursiones a bosques milenarios para visitar a los viejos Kauris, árboles gigantes. En el pasado, Nueva Zelanda estaba plagada de ellos, pero la industria maderera se lo fue cargando poco a poco hasta que hubo que protegerlos convirtiendo los bosques que habitaban en reservas naturales. Los más antiguos tienen cerca de 2.000 años y los más grandes alcanzan los 16 metros de diámetro y los 50 de altura.
Por el camino nos topamos con alguna que otra cascada… que si el tiempo hubiera acompañado, invitaba a darse un chapuzón en ellas.
Contra todo pronóstico meteorológico de mejora, decidimos desafiar a los elementos y meternos 8 horas de viaje entre pecho y espalda para ir hasta el extremo norte del país. Dicen que allí donde el mar de Tasmania se une con el océano Pacífico hay un faro que ya no funciona pero que todo junto ofrece un espectáculo alucinante. Es un lugar sagrado para los Maoríes… sin embargo, nuestro gozo en un pozo, la niebla había caído en picado y nos dejó ciegos ante lo espectacular de la visión. Nos conformamos con adivinar el paisaje por el rugido del mar detrás del blanco nuclear… y contemplar un par de postales de lo que nos habíamos perdido. A esta excursión se nos unió un nuevo compañero de viaje, Matthias, un alemán muy simpático que está dando la vuelta al mundo, así que Maribel iba completa.
Ya de regreso nos asomamos a unas dunas de arena donde la gente va a “surfear” y por allí caminamos un rato hasta que el diluvio cayó sobre nosotros y nos dejó empapados y con pocas ganas de hacer nada más…