miércoles, enero 21, 2015

Cono sur 1. Buenos Aires

“En Buenos Aires brilla el sol y un par de pibes, en la esquina, inventan una solución. En Buenos Aires todo vuela, la alegría, la anarquía, la bondad, la desesperación. Y Buenos Aires es un bicho que camina, ensortijado entre los sueños y la confusión.” Fito Paez.


… la ciudad que arrasa el corazón del viajero si este va más allá de las cacas de perro y la basura desperdigada que cubre sus destartaladas calles. Llena de vida, latente en cada esquina ofrece una amplia oferta de ocio y diversión. Allí sentimos el tam tam de la percusión improvisada con La Bomba del Tiempo, vibramos con los bailes salvajes de arte-circense de la mano de Fuerza Bruta, saltamos hasta la extenuación con todos los punkarras sudorosos –puag!- de la provincia en un conciertazo de Extremoduro, arrastramos las puntas de nuestros pies a ritmo de tango y empanada en La Catedral, y sobre todo comimos carne, muuuucha carne… y dulce de leche naturalmente, bendito alfajor!
La Bomba del Tiempo

Fuerza Bruta
Fuerza Bruta

Tango en La Catedral

 Aunque en cada viaje que comienza, la primera reacción es ser cauteloso con el dinero, en esta ocasión no tardaríamos mucho en darnos cuenta de lo barato que es zumbarse un choripán o cualquier otra delicatesen entre dos pedazos de barra en esta ciudad. Ay mi Buenos Aires querido! que decía Gardel…
¿Diez días dan para patearse una ciudad de 8 millones de habitantes? Por supuesto que no, hicimos lo que pudimos que no fue poco compartiendo andanzas con el Gabriele con el que ya habíamos compartido en la isla norte de Nueva Zelanda cuatro años atrás. El equipo se reunía de nuevo.
Subimos hasta Tigre, navegamos sus canales y fotografiamos una y mil veces (literalmente) las mansiones y chavolitas todas elevadas unos centímetros sobre el suelo pantanoso que bien se podría comparar con la Nueva Orleans que uno tiene en mente sin haber estado nunca en ella. Recorrimos San Telmo desde su plaza Dorrego, el corazón de un barrio romántico y viejuno que aún guarda pequeñas joyas como Bar El Federal al que nos llevó Agnese -una italiana con medio corazón en la Argentina-; pasamos por el vanguardista Palermo  de camino a Recoleta  subimos hasta la estación Retiro donde una barriada (villas miserias le llaman aquí) se asienta a escasos metros del Sheraton.
Villa Miseria
Saltamos al exclusivo Puerto Madero donde todo parecía de cartón piedra, un decorado de fábricas y preciosos astilleros restaurados por y para el turista. Y nos perdimos entre las calles del controvertido barrio de La Boca donde nos zampamos uno de los mejores y más baratos bocadillos de toda la ciudad de la mano de Alberto. “Esto que ustedes están haciendo ahora, comer en medio de la calle y charlar con nosotros, no lo podrían haber hecho en 2001 ni locos, muy peligroso era este barrio… pero ahora es mejor”.

Puerto Madero, Recoleta, Casa Rosada, el Parlamento
San Telmo

La Boca y el Tigre

Cuando llovía, nos quedábamos en el patio interior de la casa colonial de Ignacio donde nos alquilaba un habitación; o bien nos refugiábamos en un cine INCAA, asociación de cinematografía gubernamental que subvenciona muchas mierdas –y por eso a mucha gente no le gusta- pero que de vez en cuando florece alguna perla como “Relatos Salvajes”, una tragicomedia imperdible a golpe de minihistorias que le sacan las carcajadas al espectador a no ser, claro, que éste esté muerto; además coproduce El Deseo y todo apunta a que arrasará también en los Goya de este año. Así que hoy podemos decir que NO, no todo el cine argentino es brillante, sin embargo, lo que traspasa el Atlántico sí lo es y que viva!
“Igual nos veis y pensáis que vivimos bien, pero el problema de este país es que si uno quiere trabajar y prosperar no le dejan” decían mis primos de regreso a la ciudad después de un par de días en casa de la tía­­­­­ en Luján. Jamás imaginamos que conocer a nuestra familia de este lado del Atlántico fuese tan divertido y por descontado los asados y dulces… y las advertencias y los cuidados; no hables con el móvil por la calle, no lleves joyas voluptuosas ni relojes aparentemente caros a la vista, no manejes dinero en público… ya lo decían los Fabulosos Cadillacs “Arde de sirenas y de canas Buenos Aires arde de violencia ya se quema Buenos Aires”… Creo que de todos modos nuestro aspecto nos delata, europeos, pero pobres. Luego te das cuenta de que Buenos Aires está a años luz del resto de Argentina en cuanto a seguridad… pero eso ya es otra historia.