Como iba diciendo, un temporal galopante se cernió sobre nosotros y no nos dio mucha tregua para casi nada. Aprovechamos un par de excursiones a bosques milenarios para visitar a los viejos Kauris, árboles gigantes. En el pasado, Nueva Zelanda estaba plagada de ellos, pero la industria maderera se lo fue cargando poco a poco hasta que hubo que protegerlos convirtiendo los bosques que habitaban en reservas naturales. Los más antiguos tienen cerca de 2.000 años y los más grandes alcanzan los 16 metros de diámetro y los 50 de altura.
Por el camino nos topamos con alguna que otra cascada… que si el tiempo hubiera acompañado, invitaba a darse un chapuzón en ellas.
Contra todo pronóstico meteorológico de mejora, decidimos desafiar a los elementos y meternos 8 horas de viaje entre pecho y espalda para ir hasta el extremo norte del país. Dicen que allí donde el mar de Tasmania se une con el océano Pacífico hay un faro que ya no funciona pero que todo junto ofrece un espectáculo alucinante. Es un lugar sagrado para los Maoríes… sin embargo, nuestro gozo en un pozo, la niebla había caído en picado y nos dejó ciegos ante lo espectacular de la visión. Nos conformamos con adivinar el paisaje por el rugido del mar detrás del blanco nuclear… y contemplar un par de postales de lo que nos habíamos perdido. A esta excursión se nos unió un nuevo compañero de viaje, Matthias, un alemán muy simpático que está dando la vuelta al mundo, así que Maribel iba completa.
Ya de regreso nos asomamos a unas dunas de arena donde la gente va a “surfear” y por allí caminamos un rato hasta que el diluvio cayó sobre nosotros y nos dejó empapados y con pocas ganas de hacer nada más…
Nenes, que intento escribir un comentario y no hay manera! Un abrazo grande, Chicos y Feliz 2011!!
ResponderEliminarLas fotos son increíbles! Espero veros muy pronto!
Raimona.