Las playas de Coromandel son de lo más espectacular que hemos visto nunca… en cuanto a playas, claro. Arenas doradas, aguas transparentes, infinitos turquesas que se pierden en el azul del cielo. Lorenzo fue benévolo y tuvimos un sol radiante durante los tres primeros días que nos detuvimos en esta zona del norte de Nueva Zelanda llena de calas solitarias y míticos lugares, menos solitarios quizás.
Nos habían hablado de una playa de aguas calientes: Hot Water Beach. Cuando la marea baja, puedes excavar en la arena y el hoyo se llenará como una bañera termal. Sin embargo, la popularidad ha plagado esta playa de turistas que, pala en mano, nos hicieron retroceder despavoridos, jeje! No nos olvidamos de que nosotros también tenemos que incluirnos en la sección “turistas”… pero nos encanta pensar que no pertenecemos del todo a esas masas y buscar rutas alternativas. Por eso, disfrutamos mucho en la Lonely Bay que realmente es una mini-bahía solitaria y tan paradisíaca o más que la playa de aguas calientes. Sí nos dejamos caer por Cathedral Cove, dos preciosas playas comunicadas por una cueva natural en roca.
Existe una ruta para los más aventureros que rodea toda la península por el norte, allí nos fuimos de cabeza… a pesar de que Maribel no está para muchos trotes. Supongo que eso sumado a una inesperada lluvia torrencial nos hizo desistir a mitad del camino. Dimos media vuelta y volvimos al encantador pueblecito pesquero, Whitianga, que bien podía ser el protagonista de un remake de “Doctor en Alaska” versión kiwi y que nos había dado cobijo las últimas noches.
A la mañana siguiente, Lorenzo se fue y un temporal galopante que venía directo desde Australia se cernió sobre nosotros.
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